Serie: Coaching para pymes
«Son las 9 de la mañana. Carlos, director de una empresa de alimentación, se impacienta porque dos de sus veinte empleados aún no han llegado a su puesto de trabajo.
A las once, las conversaciones de los empleados en la cocina a la hora del café se alargan. El segundo turno toma el café a las 11,30 aunque, a menudo, espera hasta las 11,45 para asegurarse de que no queda nadie del primer turno en la cocina.
El ambiente entre los dos grupos es tenso. En lo único en que coinciden ambos es que si por casualidad Carlos entra, todos guardan silencio hasta que abandona la cocina.
Un cliente llama por teléfono a Carlos, harto de que el responsable de su cuenta le dé largas sobre un proyecto. El director lamenta tener empleados tan poco responsables y, como no le queda otro remedio, acaba solucionando él mismo el problema al cliente.
Apenas cuelga, sale de su despacho hecho una furia dispuesto a cantarle las cuarenta a ese empleado por no hacer su trabajo y además haber llegado tarde esta mañana. Le dice bien alto y claro delante de todo el mundo que no sabe hacer su trabajo y no se puede fiar de él”.
“Juan está en un atasco, mira el reloj nervioso porque va a llegar tarde a su trabajo. Parece que a su jefe le da igual que el día anterior se quedase hasta las 8 cuando su hora de salida son las 6, solo quiere verle sentado en la silla y que no se mueva. Incluso le sienta mal que se tomen un respiro a las 11 para tomar el café. Ese momento les viene muy bien para descansar pero también para resolver problemas de manera espontánea sin tanto email para arriba y abajo.
Y encima está lo del cliente XX, no puede darle una respuesta porque el director se niega a aceptar la propuesta de Juan respecto al proyecto del cliente, el caso es que Juan ya se ha comprometido con el cliente a llevarlo a cabo. ¿Cómo le explica ahora que no va a ser posible?”.
Quizás al leer alguno de los párrafos anteriores, te has sentido identificado bien como protagonista, bien como espectador de alguna de estas situaciones.
La mayor reivindicación por parte de los empleados de las pymes, y no tan pymes, es que sus superiores no les dan la autonomía y la orientación necesaria para realizar su trabajo; el reproche más frecuente por parte de mandos directivos es que los empleados no asumen responsabilidades.
En el complejo mundo actual, toda empresa debería estar en un aprendizaje continuo para ser capaz de adaptarse rápidamente a las nuevas situaciones. A menudo, están pasando tantas cosas a la vez dentro y fuera de la empresa que se producen auténticos atascos ya que la dirección, normalmente integrada por 1 o 2 personas, no da abasto. Dentro de este aprendizaje constante, el coaching es una de las herramientas mas útiles para aportar la visión necesaria y convocar los recursos internos.
Carlos, el director de la empresa de nuestra historia ha contratado a un coach para que «arregle el tema de la falta de compromiso de varios de sus empleados y les enseñe a trabajar con más iniciativa”.
El coach le explica que puede hacer coaching a estos empleados pero propone a Carlos hacer un trabajo previo con él para identificar exactamente cuales son las necesidades reales de la empresa y del equipo.
Más adelante se podrá trabajar con los empleados y con los equipos pero la palanca del cambio en las organizaciones normalmente se ubica en la dirección.
Estudios demuestran que el coaching es una inversión que influye directamente en la cuenta de resultados y que se suele ver reflejada en la creatividad e innovación de las organizaciones.
Llega el momento de la primera sesión. Curiosamente la primera pregunta del coach deja a Carlos sumido en una profunda reflexión…
El cambio ha empezado.
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